"Tal es la vida de la mujer musulmana: la de una prisionera.
Hasta los nueve años de edad, aquí en Marruecos, la mujer musulmana disfruta de libertad infantil. Su vida se desarrolla como la de una criatura normal europea, le está permitido encontrarse o jugar con varones; algunas, muy escasas, concurren a la escuela árabefrancesa, pero al llegar a los diez años de edad las puertas de la calle se cierran para ella; ya no podrá salir más, ningún hombre debe verle el rostro, incluso se ocultan las criaturas a las mujeres que van de visita a la casa de los padres y hasta ocurre que en chismes de vecindad denigran la belleza de la futura mujer, dificultándose con ello la posibilidad de encontrar marido.
De allí que casi todas las mujeres que encontramos por la calle, pertenezcan a la llamada clase baja de esta sociedad medioeval. Sin medios económicos para rodearse de criadas, se ven obligadas a salir personalmente para hacer las compras.
Las otras, las hijas de la clase media y de la pequeña burguesía, permanecen rigurosamente enclaustradas hasta el día que se casan.
Matrimonio significa para la musulmana, cambiar de prisión doméstica. Algunas sufren horriblemente en là proximidad de su matrimonio con un desconocido. Una señora europea que conversa algo en árabe, me contaba que aquí en Tánger, vive la hija de un ex bajá (gobernador) de Fez: hace cinco años que se casó; su esposo la condujo en automóvil desde Fez a Tánger, llegaron de noche a ésta, y ella confiesa que no ha salido a la calle aún, y que por lo tanto ignora la estructura de la ciudad. He citado semejante caso, porque se trata de una dama de sociedad marroquí, y para que el lector comprenda que el encierro de la mujer no es un privilegio retrógrado de las clases bajas, sino de las medias y aristocráticas.
Una acomodadora del mejor cine de Tánger, el Capitol, me cuenta que al salón concurre de tanto en tanto una sola señora musulmana, casada con un empleado europeizante del correo español. Es el único caso de mujer honesta que frecuenta el cine.
El encierro es rigurosísimo. Una ex vendedora de la casa de máquinas de coser Singer, me contaba que en muchos casos, se ven obligados a transportar las máquinas a la casa de las interesadas musulmanas, porque sus esposos no les permiten concurrir a la agencia. La empresa tiene profesoras de bordado que hablan correctamente el árabe y dan lecciones a domicilio. Muchas moras pudientes ¡es notable el caso! para distraerse se dedican a trabajos de costura y bordado que intermediarias especiales colocan en los comercios al por menor.
En el hogar, marido y mujer viven separados, ellas con sus criadas, él con los suyos. La servidumbre se compone de esclavos, comprados muy pequeños en el mercado, de modo que su adhesión al amo es incondicional. I,as criadas les traen del mercado todos los cuentos que circulan por la ciudad, de que Fulana concurrió a una fiesta de la boda mal pintada, de que ha visto a Mengano, de quien se dice que se casará con la hija de Perengano, etc. A veces suben a las terrazas en las que se comunican con sus vecinas, algunas saltan las balaustradas y en estas alturas se han tramado amoríos complicados. Otras veces, concurren a los baños, y si cuentan con años, buscan aventuras, pero esto es excepcional y además peligrosísimo. La esposa es casi siempre acompañada a la calle por su madre o la madre de su marido o una matrona anciana y respetable. No es muy fácil indagar su vida psíquica. La falta de cultura las priva de elementos de lenguaje para expresar los matices que diferencian los estados de espíritu. Casi todas ellas son analfabetas. Las europeas que las tratan (son frecuentes las amistades dè musulmanas con cristianas, y a los marroquíes les enorgullece ver asistir a sus matrimonios a cristianos), tropiezan en sus preguntas no sólo con las dificultades del idioma, sino también con la pobreza de sintaxis de sus interlocutoras, originales en seres humanos casi primitivos cuya conversación sólo se refiere a partes del vestido o de la alimentación. Sería, haciendo una comparación ajustada, tratar de disertar de metafísica con una vaca, dotada, por un milagro, del don de la palabra.
Sin embargo, son inteligentes; absorben rápidamente los elementos de cultura occidental; una europea un poco pudibunda, me dice que "tienen una facilidad extraordinaria para asimilar los vicios europeos"; creo que esta reflexión es ingenua; los vicios nacen en el harén o en la soledad de estos hogares de secuestradas.
Un comerciante, hace muchos años radicado en Tánger, me asegura que las musulmanas viven rabiosas de su estado al cual no tienen miras de poner remedio en la actualidad. Ellas admiran vivísimamente a las europeas cuya existencia libre se les antoja un prodigio cósmico, monstruoso que las aterroriza y arroja en el fondo de cavilaciones inexpresables."
Hasta los nueve años de edad, aquí en Marruecos, la mujer musulmana disfruta de libertad infantil. Su vida se desarrolla como la de una criatura normal europea, le está permitido encontrarse o jugar con varones; algunas, muy escasas, concurren a la escuela árabefrancesa, pero al llegar a los diez años de edad las puertas de la calle se cierran para ella; ya no podrá salir más, ningún hombre debe verle el rostro, incluso se ocultan las criaturas a las mujeres que van de visita a la casa de los padres y hasta ocurre que en chismes de vecindad denigran la belleza de la futura mujer, dificultándose con ello la posibilidad de encontrar marido.
De allí que casi todas las mujeres que encontramos por la calle, pertenezcan a la llamada clase baja de esta sociedad medioeval. Sin medios económicos para rodearse de criadas, se ven obligadas a salir personalmente para hacer las compras.
Las otras, las hijas de la clase media y de la pequeña burguesía, permanecen rigurosamente enclaustradas hasta el día que se casan.
Matrimonio significa para la musulmana, cambiar de prisión doméstica. Algunas sufren horriblemente en là proximidad de su matrimonio con un desconocido. Una señora europea que conversa algo en árabe, me contaba que aquí en Tánger, vive la hija de un ex bajá (gobernador) de Fez: hace cinco años que se casó; su esposo la condujo en automóvil desde Fez a Tánger, llegaron de noche a ésta, y ella confiesa que no ha salido a la calle aún, y que por lo tanto ignora la estructura de la ciudad. He citado semejante caso, porque se trata de una dama de sociedad marroquí, y para que el lector comprenda que el encierro de la mujer no es un privilegio retrógrado de las clases bajas, sino de las medias y aristocráticas.
Una acomodadora del mejor cine de Tánger, el Capitol, me cuenta que al salón concurre de tanto en tanto una sola señora musulmana, casada con un empleado europeizante del correo español. Es el único caso de mujer honesta que frecuenta el cine.
El encierro es rigurosísimo. Una ex vendedora de la casa de máquinas de coser Singer, me contaba que en muchos casos, se ven obligados a transportar las máquinas a la casa de las interesadas musulmanas, porque sus esposos no les permiten concurrir a la agencia. La empresa tiene profesoras de bordado que hablan correctamente el árabe y dan lecciones a domicilio. Muchas moras pudientes ¡es notable el caso! para distraerse se dedican a trabajos de costura y bordado que intermediarias especiales colocan en los comercios al por menor.
En el hogar, marido y mujer viven separados, ellas con sus criadas, él con los suyos. La servidumbre se compone de esclavos, comprados muy pequeños en el mercado, de modo que su adhesión al amo es incondicional. I,as criadas les traen del mercado todos los cuentos que circulan por la ciudad, de que Fulana concurrió a una fiesta de la boda mal pintada, de que ha visto a Mengano, de quien se dice que se casará con la hija de Perengano, etc. A veces suben a las terrazas en las que se comunican con sus vecinas, algunas saltan las balaustradas y en estas alturas se han tramado amoríos complicados. Otras veces, concurren a los baños, y si cuentan con años, buscan aventuras, pero esto es excepcional y además peligrosísimo. La esposa es casi siempre acompañada a la calle por su madre o la madre de su marido o una matrona anciana y respetable. No es muy fácil indagar su vida psíquica. La falta de cultura las priva de elementos de lenguaje para expresar los matices que diferencian los estados de espíritu. Casi todas ellas son analfabetas. Las europeas que las tratan (son frecuentes las amistades dè musulmanas con cristianas, y a los marroquíes les enorgullece ver asistir a sus matrimonios a cristianos), tropiezan en sus preguntas no sólo con las dificultades del idioma, sino también con la pobreza de sintaxis de sus interlocutoras, originales en seres humanos casi primitivos cuya conversación sólo se refiere a partes del vestido o de la alimentación. Sería, haciendo una comparación ajustada, tratar de disertar de metafísica con una vaca, dotada, por un milagro, del don de la palabra.
Sin embargo, son inteligentes; absorben rápidamente los elementos de cultura occidental; una europea un poco pudibunda, me dice que "tienen una facilidad extraordinaria para asimilar los vicios europeos"; creo que esta reflexión es ingenua; los vicios nacen en el harén o en la soledad de estos hogares de secuestradas.
Un comerciante, hace muchos años radicado en Tánger, me asegura que las musulmanas viven rabiosas de su estado al cual no tienen miras de poner remedio en la actualidad. Ellas admiran vivísimamente a las europeas cuya existencia libre se les antoja un prodigio cósmico, monstruoso que las aterroriza y arroja en el fondo de cavilaciones inexpresables."
"Noviazgo Moro en Marruecos en el Año 1935" Aguafuertes Españolas" Roberto Arlt, 1936
impresionaaaante!!!!!
ReplyDeleteA la marosca, estos muchachos están un poco más enfermos que nosotros...¿o me parece a mí?
ReplyDeleteEso era en 1935...Ahora ya no es asi....No?....Eh?
ReplyDelete